Palabras para Kaziza
Haiyu
Tu hambre de libertad
es la fuerza para no sentir
hambre.
Tu dolor acumulado
en la cárcel y la tortura
es el que te da fuerzas
para seguir peleando.
Como Gandhi y Aminetu
no luchas con la violencia
de los cobardes,
porque tienes la fuerza de
la razón
y no la razón de la fuerza.
Nos das a todos la dignidad
que pretenden que olvidemos,
que constantemente disfrazan,
que continuamente quieren
anular.
Kaziza, el valor de tu lucha
nos hace a todos más libres
tu ejemplo es un canto a la
vida
y en tus ojos, ahora tristes,
veo las olas del Dajla
liberado.
Haiyu, Kaziza
que ya les has vencido.
Esperanza Jaén.
Kaziza
Kaziza Lafkir, enormes ojos de
azul transparente, mirada triste, con esa pena inmensa de tantos rostros del
Sahara ocupado. Tu infancia acabó demasiado pronto, robada por quienes os
arrebataron la tierra. Niño con temprana conciencia de ser excluido en su
propia patria, Kaziza, cuántas lágrimas derramadas, el acoso en la escuela, las
primeras detenciones, la expulsión del instituto. Ellos te cerraron todas las
puertas, te negaron volver a estudiar, a ti, tan ávido de aprender, de
conocerlo todo para ayudar a los tuyos. Tu humilde familia sabe demasiado
acerca de sufrir en silencio, un hijo de la Intifada es un orgullo saharaui,
pero al mismo tiempo un dolor inmenso…
Ni siquiera te consideras
valiente, dices que hay muchos más como tú, Kaziza, tu débil cuerpo esconde un
gigante. Una y otra vez aprietas los dientes y haces lo que tienes que hacer,
con esa conciencia saharaui que ellos han alimentado con años de torturas,
golpes, injusticias y detenciones. Eres imagen viva de vuestra causa.
Grande Kaziza, tu sensibilidad
y el sufrimiento han encontrado otra vía de escape, la música y la poesía, que
cultivas como buen saharaui. Sabes hasta qué punto remueve conciencias, y tu
convicción te ha llevado a componer para la Intifada y Gdeim Izik canciones que
vuelan libres por todo El Aaiun. Allí se ha quedado muda tu guitarra, compañera
de tantas luchas en las calles de tu sublevada ciudad.
Porque tú formaste parte del
Campamento Dignidad, una de las gestas más grandes que han conocido los
saharauis. Ahora que los artistas empiezan a ensalzarlo, tú avanzaste el
camino. Fuiste con tus compañeros de los primeros en levantar una jaima en
Gdeim Izik y convenciste a tu madre para formara parte de la sublevación. Entre
aquellas jaimas que devolvieron el Sahara a los saharauis, te encargaste con
otros compañeros de la vigilancia y protección del campamento.
– En el campamento vivíamos de
una manera digna, sólo hablábamos nuestro hasania, no había marroquíes,
respirábamos la completa libertad y estábamos muy felices.
Aquel paraíso os duró muy
poco, veintiocho días en los que asombrasteis al mundo. La represión del
monstruo fue brutal y descargó toda su ira contra vosotros. Vuestros ojos
vieron represión, brutalidad y sadismo, arrasaron con todo, y fuiste tragado
por aquel torbellino de destrucción, pagaste con tu hombro derecho, destrozado
a culatazos. Llegaron las torturas, quemaduras de cigarro, palizas,
hacinamiento en la cárcel, falta de comida y vejaciones.
Nada sabía yo, cuando te
conocí, de todo por lo que habías pasado. Te encontramos en una actividad sobre
violaciones de derechos humanos en el Sahara ocupado. Al llegar me senté a tu
lado, un chico que supuse saharaui, frágil y silencioso, con tus enormes ojos
de azul transparente y tu aspecto grave de niño triste. Al nombrarte desde la
mesa como uno de los jóvenes del campamento de Gdeim Izik, te pusiste en pie y
recibiste aplausos de respeto y reconocimiento. Te pedí que me escribieras tu
apellido, no lo había entendido, cogiste el bolígrafo con la mano izquierda y
lo escribiste con letra vacilante, LAFKIR, en mayúscula, y entonces me di
cuenta que tu brazo derecho estaba sujeto por un cabestrillo. Con tu mínimo
español te disculpaste por no poder escribir bien con la izquierda.
Se nos rompió el corazón a
quienes te rodeábamos cuando emitieron un video con testimonios de los
territorios ocupados. Primero apareció Hamad Hmad, el gigante.
– ¡Hamad! – susurraste, la
ilusión se notaba brillar en tu voz, que entonces me pareció de niño.
Pronto agachaste la cabeza y
te tapaste con las manos, no podías soportar las fotos de torturas, miré de
soslayo varias veces hacia ti, noté que sollozabas en silencio. Sentí ganas de
abrazarte, pero no me atreví… no sabía cómo reaccionarías, así que seguí
mirando discretamente hasta que te incorporaste.
Kaziza, qué impacto supusieron
vuestros testimonios, fue un shock presenciar las heridas del dolor en carne
viva, veros tan fuertes y tan frágiles, rotos por las palizas, algo se nos
quebró por dentro.
Ofreciste un nuevo testimonio
el siguiente día, en otras jornadas sobre el Sahara; incansables, queríais
llevar vuestro mensaje lo más lejos posible.
– Nuestros casos son apenas
granos de arena en medio de una gran montaña – afirmaste. En el Sahara ocupado
hay decenas de casos similares al tuyo, una juventud machacada cada día por el
invasor, no entienden que los golpes alimentan vuestra saharauidad. No te
preocupes, tus compañeros en los territorios ocupados mantienen lucha
encendida.
Tu relato sobre la experiencia
en la cárcel nos sacudió a todos los presentes, sacabas tu fuerza saharaui para
contar aquello sin romperte, y nos hiciste sentir cómo durante año y medio el
dolor insoportable en el hombro, que te hacía perder la consciencia en
ocasiones, lo ocupaba todo. Y ese dolor extremo fue el que te hizo desmayarte
cuando finalizaste tu testimonio, un compañero te agarró en el aire cuando te
caías hacia atrás. Se sucedieron gritos, carreras, y una rápida actuación para
conseguir evacuarte a un hospital.
Comienzas ahora una nueva
vida, es el momento de curar tus heridas físicas, las que llevas dentro de ti
serán más difíciles de recuperar, te espera un larguísimo y difícil camino,
será duro, amargo y solitario y estará lleno de solidaridad, experiencias y
lucha. En el hospital conocimos tu realidad, la de un niño travieso, inquieto y
divertido, rebosante de energía y de ganas de hacer cosas y un joven madurado a
fuerza de dolor, que se aprecia cuando tus ojos transparentes se enturbian, se
agudizan tus ojeras y tus labios se fruncen en un gesto de determinación. Roto
Kaziza, tu brazo se sale del hombro, aprietas una toalla entre los dientes y lo
colocas, tu estómago, del tamaño de un pajarito, apenas admite comida, y tus
ojos se arrasan de lágrimas cuando nos cuentas, con tu voz seria y profunda,
que han detenido a tu madre tras darse a conocer tu testimonio.
Kaziza Lafkir, enormes ojos de
azul transparente, mirada triste, con esa pena inmensa de tantos rostros del
Sahara ocupado, ojala, ahora que te siento como hermano, pudiera asegurarte que
todo va a salir bien; que tu brazo quedará como antes; que cogerás peso,
perdona mi insistencia, y te pondrás fuerte; que tú, con tu viva inteligencia,
llegarás muy lejos; que arreglarás tu situación, que tendrás muchos amigos que
te echen una mano. Al menos deseo que este largo camino que se abre frente a ti
te sea más leve que estos veinte años pasados. Una vez más apretarás los
dientes y harás lo que tengas que hacer. Ojala acabe pronto esta huida de
Marruecos hacia delante, esta loca huida hacia ningún sitio que no sea la
muerte y la destrucción.
Conxi Moya; marzo 2012
Desde la okupación de la Universidad de La Laguna en Tenerife queremos transmitirte nuestro apoyo y admiración. La resistencia del pueblo saharaui nos enseña a vivir, a continuar, a intentarlo una y otra vez a pesar de las caídas, a pesar de sentirnos un poco solxs en este inmenso mar de injusticias. Digna es tu lucha y digna es tu valiente juventud que nos invita a no rendirnos. Tu lucha es nuestro ejemplo, tu fuerza nuestro aliento, tu victoria será nuestro aliciente. Por la libertad. Por la libertad de los presos saharauis, por la LIBERTAD DEL SAHARA OCCIDENTAL.
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